"PRÓXIMO VIERNES SANTO, 30 DE MARZO DEL 2018, ESTACIÓN DE PENITENCIA DE NUESTROS TITULARES"

miércoles, 25 de marzo de 2009

QUINTO DÍA DE SEPTENARIO. SALVADOR DEL GENERO HUMANO


Homilía del quinto día de Septenario:
En la misma línea de fe con que profesamos en el Credo apostólico la muerte y el sepelio de Jesús, lo hacemos también con su misteriosa "bajada a los infiernos", que realiza Jesús entre su muerte y su resurrección, mientras yace en el sepulcro su cuerpo santo. Diversos textos del Nuevo Testamento dan cuenta de este descendimiento, digamos que del alma y la divinidad de Cristo, al lugar de los muertos. La palabra infiernos de la misma raíz que inferior- significa, en la cosmovisión judía, el valle profundo Sheol o Hades- donde sus espíritus estaban a la espera del Salvador de la Humanidad. Adán, Eva, los antiguos patriarcas, reyes, profetas y pueblo de Israel. Y, ¿qué sabemos de la humanidad precristiana? serían objeto de esta visita transcendental. Cristo, al morir en la cruz, "atrajo así a todo el universo" (Jn 12, 32). Por eso, de este descendimiento, del que lo ignoramos casi todo, lo que se desprende es que la sangre y la gracia de Cristo extienden su sombra salvífica a todo el género humano.
Con Jesús de Nazaret, Hijo de Dios e Hijo del Hombre, fueron sepultados, con aparente fracaso y frustración, todos los inocentes, todos los perdedores de la historia. Sólo la fuerza de su Resurrección pudo remover la piedra de su sepulcro y de todas las tumbas (incluídas las piras y los hornos crematorios) de la doliente familia humana. Su Resurrección gloriosa y para siempre no sólo viene exigida por su condición divina, sino reclamada a gritos y aplausos por un imperativo categórico de la justicia final y del triunfo del bien, que abra paso a la nueva humanidad.

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